lunes, 19 de marzo de 2012

Acapulco, Rescates: Jennifer López


Yo, ciudadano
Acapulco, Rescates: Jennifer López
Gustavo Martínez Castellanos

La presencia en Acapulco de la actriz y cantante estadunidense de origen portorriqueño para filmar el video de una canción llamada Follow the leader, trae a colación algunos aspectos de la cultura local que debemos analizar.
El obligativo obedece a todo aquello que resume el evento y a una visión contrastiva que no puede soslayarse: ¿por qué escoger filmar en Acapulco?
En los videos que aficionados han subido a You tube pueden verse algunos aspectos de la filmación que dan cuenta de que relata una historia norteamericana con base en cuando menos uno de los temas de la exitosa triada sobre violencia, drogas y sexo. Además, de la carga racial que la presencia de Jennifer López le imprime ya que es llamada “la dama del Bronx”; así, cualquier video conlleva una fuerte carga identitaria o visión cultural que, en su difusión, coexistiría en un espacio eminentemente neoyorkino.
Sin embargo, si también tomamos en cuenta que J. López es latinoamericana, la filmación de su video en Acapulco se justifica por sus raíces comunes con México. Pero no con Acapulco. Pudo haber filmado en cualquier ciudad o puerto mexicanos, ¿por qué hacerlo aquí? Más aún: ¿por qué hacerlo en nuestros barrios históricos?
Las respuestas pueden ser muchas, pero la verdad sólo podría estar en dos propuestas.
Como respuesta podemos decir que Acapulco ofrece muchísimas ventajas tanto tecnológicas como de arribo y estancia para realizar cualquier proyecto cinematográfico.
Desde 1937 (a diez años de la apertura de la carretera México-Acapulco) cuando se filmó Silencio sublime (Heroic silence, USA) Acapulco ha sido set de muchas producciones nacionales e internacionales. De hecho, la mayor parte de ellas, realizadas en  lo que desde hace tiempo conocemos como Acapulco Tradicional, que desde aquel entonces ofreció la imagen de un típico puerto mexicano hasta que se construyó el muelle que robó terrenos al mar y canceló la auténtica “playa de Acapulco” que estaba en lo que hoy es el malecón.
Si observamos con atención, a reserva de la mole de cemento que es la aduana, el centro de Acapulco no ha perdido esa impronta de pueblo del interior (y de favela): calles estrechas, edificios pequeños y arquitectura vernácula (paredes gruesas, techo de teja y corredor al frente). A diferencia de otras ciudades, nuestro centro no es el centro económico de la misma. En esa zona, la más tradicional de todas por sus rasgos únicos, no se encuentra ni siquiera el centro político del puerto y, dentro de poco, tampoco quedará allí al centro espiritual local. El resto, es decir, el todo, es lo que posiblemente haya llamado la atención de los productores del video: calles cortas y caóticas, barrios apretujados, asentados sobre un plano que inicia en el mar y después trepa a las colinas que la rodean.
Estas características proporcionan la posibilidad de que cualquier persona con un poco de agilidad, saltando de azotea en azotea llegue a cualquier punto.
Y también para que una cámara, aún sin ser manejada por un experto, moviéndose para donde se mueva encuentre una atmósfera cubista en la que en una sola toma puede abarcar un conjunto de casas, con cuerpo y sus azoteas, el cableado eléctrico público que otorga una sensación de volatibilidad y calles y callejones, andadores, escaleras y pasajes varios haciendo un todo visual de alto dinamismo. Si a esta yuxtaposición de elementos y planos añadimos el colorido con el que los vecinos adornan sus paredes, techos y enrejados, la toma adquiere visos delirantes.
Pero si a este frenético ensamblaje visual, sumamos la presencia de nuestra gente, obtendremos una panorámica de viveza única.
Además, el movimiento de esa cámara obtendría dos potentes contrastes: el primero a cargo de la sensación de opresión del anfiteatro principal: el de los barrios históricos, desde la Mira hasta el cerro del Padrastro; y el del anfiteatro secundario: desde Vista Alegre hasta el cerro de los Lirios. El otro contraste es el de la sensación de libertad e infinitud: hacia el cielo o hacia la bahía. Este poderoso paisaje es único. Y es nuestro.
Cualquier historia urbana es posible de ser contada aquí con un excepcional respaldo visual y, a su vez, obtener las ventajas de ampliarla a un contexto náutico en una sola secuencia. O en un solo barrido.
La riqueza racial de Acapulco es otra de sus bondades, como ya he establecido en otros textos, aquí se encuentran todos los rasgos faciales y pigmentos de piel. Estaturas y anatomías. Acapulco, como expresión universal ha sido –insisto- desaprovechado por todos nuestros artistas, tal vez porque no hemos tenido la oportunidad de haber sido educados estéticamente de manera formal. Y también porque cuando los nativos hemos pugnado por ello, nunca han faltado mafiositos de intereses bastardos que han cancelado a Acapulco esa oportunidad, aliándose con políticos y funcionarios corruptos. Por ello, llama la atención que una figura de talla internacional como Jennifer López haya venido a filmar aquí su video. Y en estos tiempos; en que el departamento de seguridad de su país ha declarado que Acapulco es altamente inseguro. Aviso que nuevamente ahuyentó a los springbreakers.
O tal vez por eso vino J. Lo a filmar aquí; porque la historia que cuenta su video quizá trata sobre violencia y muerte. Sólo podremos saberlo hasta que veamos el video y podamos apreciar cuáles características de nuestra ciudad, tanto espaciales como sociales, atrajeron a la estrella hollywoodense.
Su selección, sin embargo, no nos exime del análisis del centro de nuestra ciudad.
¿Cuáles son sus valores? ¿Cómo nos representa? ¿Qué debemos resaltar de su historia y de su personalidad para reforzar un sentido de pertenencia e identidad que le permita ser el foco de una labor de reconstrucción del tejido social en aras de mejorar la vida de todos los acapulqueños y de todos sus visitantes?
Es en este sentido en el que dos propuestas de respuesta a las preguntas sobre el porqué Jennifer López decidió filmar en Acapulco arrojarían un atisbo de verdad.
La primera tiene que ver con la invitación que el gobierno de Aguirre le hizo, ofreciéndole, además de todas las facilidades, una jugosa remuneración, según se desprende de las declaraciones de la secretaria estatal de turismo, Graciela Báez, en el sentido de que costó mucho traer a J Lo a Acapulco. Ahora esperamos que su video no enaltezca aspectos de nuestra realidad que podrían resultar contraproducentes con un buen ejercicio turístico.
La segunda tiene que ver con otro tipo de promoción: la del Acapulco Tradicional que dentro de poco sufrirá una cirugía mayor para hacerlo más rentable (esperamos que para todos los acapulqueños y no sólo para nuestras castas político empresariales).
Estas dos “respuestas”, aún cuando poseen una enorme carga de pragmatismo no dejan de tocar el alma de lo que nuestra ciudad es. Si aún hay alguien que acceda a filmar en el Acapulco Tradicional o de invertir en él, no debe pasar por alto su enorme bagaje histórico y cultural; que, como hemos podido ver, es universalmente único y es nuestro. Lo que, además, considero, siempre poseerá mayor importancia que el uso que se le llegue a dar a cualquier polémico helicóptero.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

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