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Mariguana ¿Mito genial?
Mario Melgar Adalid
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El mundo gira alrededor de una pelota de futbol. El único país que no padece la fiebre mundialista es Estados Unidos. País que desea mostrarse distinto al mundo, cuando todo el mundo quisiera ser americano. Nadie fue a celebrar en Washington que el portero inglés hubiera dejado pasar a la portería una pelota que Mateo, mi nieto, hubiera detenido. A pesar de la ilusión futbolera la vida sigue su curso. Ni siquiera el día de la inauguración pudo detenerse la violencia mexicana. El peor día del sexenio.
México sufre. Las lacras las conocemos: pobreza, corrupción violencia, crímenes, inequidad, impunidad, torpeza gubernamental.
La solución del gobierno, guerra, guerra contra las drogas, no funciona. Dicen que el epicentro de nuestros males son las sustancias prohibidas que transitan por el país y las que aquí se producen. El costo de la guerra debería ser compartido equitativamente por México y Estados Unidos. Las estadísticas van en contra nuestra. Son de lamentar los setenta y nueve ciudadanos estadunidenses que murieron por la violencia derivada de los drogas en 2009. En México tuvimos que deplorar ese mismo año, casi ocho mil, mayoritariamente jóvenes. La cuenta total desde que inició el gobierno de Calderón la sabe todo México. Ya van más de 22 mil asesinados.
Las dos posiciones sobre el problema son maniqueas. Una, la del gobierno y amplios sectores en Estados Unidos de que la culpa es de los estupefacientes. Calderón personifica en esta trama el papel de un Elliot Ness vernáculo, frente a un país que se mira corrupto, incapaz de gobernarse, con una historia de lacras sociales que abarcan las corrupciones política, judicial, policiaca, militar, empresarial. La otra, la de pensar que todos los males de México los producen Estados Unidos por el consumo indiscriminado de drogas y por la tolerancia en permitir la venta de armas que ingresan al país. En esta otra visión los mexicanos somos, como niños, incapaces de evitar el contrabando de armas y además no sabemos a dónde llegan decenas de miles de millones de dólares que entran a la economía.
Hay una tercera que no se quiere ver. La de ex presidentes de Latinoamérica, César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y Ernesto Zedillo por México, avalada por personas inteligentes (Carlos Fuentes), sobre la conveniencia de considerar la legalización de algunas drogas.
Es claro que el gobierno de México diga No a la legalización. Sería tanto como declarar la guerra a Estados Unidos. No obstante hay que revisar el problema serenamente, como nación independiente.
La nueva agenda de Estados Unidos la fijan los estados del oeste: Arizona, la ampliación de los derechos a portar armas y la migración. Nevada, la legalización de la prostitución. California la legalización de la mariguana.
En un futuro, de seguir adelante la ruta de la legalización en California, estaremos ante el absurdo de matarnos, literalmente, en México por evitar que la mariguana llegue a Estados Unidos, mientras en Chula Vista, al cruzar la línea de Tijuana, se cultiva mariguana en las macetas. La experiencia de la prohibición del alcohol en Estados Unidos puede servir para revisar si vale la pena seguir con la guerra sin estrategia. La mariguana produce el sesenta por ciento de las utilidades de los cárteles mexicanos. No se ha comprobado que su consumo sea dañino. No se sabe de accidentes automovilísticos por conducir bajo los efectos de la mariguana, mientras hay miles de muertes por hacerlo bajo los efectos del alcohol, totalmente legal. ¿ No será que se está dando una batalla contra un mito genial, contra un fantasma además inexistente ? Ya que la pequeñez del gobierno impidió una reflexión nacional sobre el Centenario y el Bicentenario, al menos los ciudadanos pensemos cómo salir del hoyo.
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