jueves, 25 de febrero de 2010

Sobre el proceso electoral en la Universidad Autónoma de Guerrero

EL PROCESO ELECTORAL EN LA UAG
Miguel Parra Bedrán[1]
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La Universidad Autónoma de Guerrero se distingue, aunque no se si el término sea el apropiado, por elegir mediante el método de elección universal directa y secreta a sus autoridades. Este método deviene de décadas atrás y se ha considerado como el más democrático porque la filosofía universitaria considera que la decisión del todo es indispensable para la legitimación de sus autoridades.
En su momento histórico esta manera de elegir fue más que justificado. Guerrero como entidad federativa vivía más que ahora en un profundo autoritarismo en donde la lucha política partidista sólo se resumía en el predominio de un partido, el PRI. La Universidad de los años setenta tenía que dar una respuesta diversa a la concentración del poder público y enseñar a sus agremiados que es posible vivir en democracia, que el voto de cada uno de los universitarios cuenta para la dirección de la Universidad y su proyecto democratizador.
En esos años la Universidad sufrió agravios por parte del Estado y el proyecto de quienes la dirigían se encauzaba a formar un molde de pensamiento diferente teniendo como premisa fundamental la defensa de la autonomía. El proyecto social de Universidad Pueblo creado por el ya fallecido Rosalío Wences Reza tenía razón de ser y así fue como la Universidad se perfiló como una institución que no sólo atendía al quehacer universitario sino que tenía que ver con toda la problemática que se sucedía en el entorno del Estado. La Universidad fue el vértice de la problemática social guerrerense y esa manera de ser nos alejó de algunas de las actividades básicas que como ente académico se debían atender; se pensó que el modelo del capitalismo estaba por terminar y había que contribuir a ello. El paso del tiempo nos dejó la constancia de nuestra equivocación. El capitalismo sigue vivo, en crisis, pero aún bajo el proceso de desgaste que todo modelo económico debe pasar.
La Universidad poco a poco fue acomodándose a los nuevos tiempos. Criterios de academicismo se fueron imponiendo en muchos sectores de la vida institucional. Ya no basta ser un líder social o un refugiado político de las izquierdas para asegurar una plaza académica, aún cuando todavía se dan casos que es necesario denunciar. Hoy por ejemplo, para ser catedrático de una Unidad Académica se debe al menos tener una maestría o un doctorado, de preferencia; se proliferaron y aceptaron métodos de apoyo para la docencia y la investigación con recursos provenientes de la Secretaría de Educación Pública, con lo que se acabó con la idea de que todo lo que venía del Estado era para violar la autonomía o bien para apoderarse de ella paulatinamente. En el pretérito era muy cuestionable la ayuda del gobierno federal o local so pena de considerar a quien la aceptaba como un traidor a la filosofía impuesta desde el poder universitario.
La vía de los hechos poco a poco se fue imponiendo no sólo en Guerrero sino también en todo el país. Como decía, los apoyos por parte del gobierno federal vía SEP a través de diversos proyectos han hecho que esta Universidad entre en definitiva a todos y cada uno de los quehaceres destinados para las universidades mexicanas de carácter público. Con todo esto quiero dar a entender que el modelo filosófico ha caído poco a poco en el olvido en virtud de los cambios producidos por la transformación de los modelos de gobierno ante las propias universidades y las exigencias mundiales para reconocer dichos esfuerzos. El cambio así visto no ha dependido de un esfuerzo local o nacional, es un esfuerzo dosificado a partir del modelo de evaluación de los grandes organismos internacionales que vigilan el proceder nacional a efecto de poder o no otorgar recursos a los países, tal es el caso del Banco Mundial y de la OCDE.
En todos los años recientes en que hemos sido testigos de dicho proceso, la Universidad guerrerense ha tenido un desarrollo estabilizador, que si bien no ha logrado la excelencia académica, sí está en vías para competir –palabra preferida por los amantes de dicho proceso- con las demás universidades del país. En algunos rubros estamos al parejo y en otros alejados de la media nacional, por ejemplo en el número de doctores o de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores, aún no llegamos a la media pero cada vez más nos acercamos a esa meta.
En los tiempos del furor socialista bajo el modelo marxista, la Universidad no tenía los estándares de producción y de investigación académica que hoy tiene. La Universidad de antaño no se parece a la actual, a pesar de que aún conservamos por conveniencia propia algunas de las deficiencias que creamos hace ya más de treinta y cinco años.
Una de esas deficiencias es precisamente la manera en cómo elegimos a nuestras autoridades. Seguimos creyendo absurdamente que es necesaria la legitimación de cada uno de los universitarios para elegir Rector, y de cada uno de los miembros de las Unidades Académicas para elegir Director. Estamos bajo el falso supuesto de que el procedimiento es democrático y que no hay vuelta de hoja al respecto porque así lo dice la tradición y las costumbres que devienen de un mundo que ya está en el olvido, al menos en el punto al cual nos estamos refiriendo.
En el segundo Congreso General Universitario, el cual ya data de varios años atrás, la comunidad universitaria inteligentemente creó un nuevo modelo de Universidad que estuviese acorde con los nuevos tiempos y ritmos del cambio social. Ese modelo que hoy opera con ventajas y deficiencias, confirmó que en materia electoral debíamos de continuar con lo mismo, es decir, la legitimación del poder universitario amparado por las urnas y el voto universal, directo y secreto.
¿Por qué digo que es absurdo el sistema electoral universitario? Veamos: en primer lugar tenemos que situarnos en un contexto estrictamente legal, aunque sé bien que las interpretaciones legales no son las más aceptadas en nuestro entorno, ya que algunas de ellas se consideran políticamente incorrectas. Y se consideran así en el marco universitario precisamente porque la ideología de la institución ha creído que las decisiones mayoritarias necesariamente confluyen con la democracia. En este aspecto soy renuente a aceptar que las mayorías son necesariamente democráticas, es decir, se es demócrata cuando se acepta la regla de la mayoría dentro de un contexto de la vida pública en donde las decisiones afectarán a todo el entorno de la vida colectiva. Pero en otros aspectos de la vida social y privada esa regla de mayoría tiene que modificarse en aras de la mejor elección, de aquella que no provoque sismas o desarticulaciones en el entorno a que se refiere su campo de acción.
Esto no quiere decir que los integrantes a quienes afectará la decisión no puedan dar su punto de vista u opinión, lo pueden hacer pero siempre se optará por aquella razón que más convenga a todos y no sólo a una mayoría, ya que las mayorías suelen aplastar a las minorías cuando se sujetan, por ejemplo, a un proceso electoral, y este ha sido el caso de la política universitaria donde quien gana ejerce el poder a más no poder por así decirlo sin que las minorías puedan ser tomadas en cuenta. Y conste que no me estoy refiriendo a los grupos de poder que actúan en el seno universitario, sino a la gran mayoría de la comunidad universitaria; el perdedor perdió y no puede tener acceso a los beneficios y garantías de los triunfadores, los que, se reducen por consecuencia a una minoría insignificante.
En este sentido los que ganan también pierden. Son perdedores porque todo proceso electoral hace que ganen los que compiten por el poder, los demás participan con su voto y ya, su actividad acaba con la emisión del sufragio sin que tengan que recibir una parte del poder accesado. La única excepción, como lo he dicho, son los líderes de los grupos que intervienen en la lucha electoral quienes tienen el tiempo y espacio necesario para negociar y legitimar con su pasividad a quien resulte ganador. En síntesis, el proceso electoral sólo hace ganador a unos cuantos que son los que detentarán el poder; sus bases electorales tendrán una victoria pírrica, ya que su voto sólo sirvió para uno sea el Rector y pueda llevar a cabo su proyecto, pero no tendrán beneficios directos en el ejercicio del poder y, los perdedores pierden todo, hecha excepción de quienes en tiempo y oportunidad pudieron negociar para ganar un espacio de poder.
El estudiante universitario es el gran perdedor. Vota, sí, pero su voto en última instancia no tiene más que la relevancia de hacer ganador a uno de los contendientes. Vota y desaparece de la escena política, aunque en el discurso se diga lo contrario. Quien gana representa a todos, pero ese representante no está sujeto a reglas que digan y aclaren el cómo se va a llevar a cabo la representación y sobre todo que poder tiene el representado en caso de que el representante –Rector- no actúe en beneficio de todos –no de la mayoría que lo llevó al poder-
Además, si la Universidad está constituida por aproximadamente 60 mil personas entre estudiantes, trabajadores administrativos y académicos, resulta cómico que, por ejemplo, los trabajadores voten para decidir quien será el representante de la parte patronal cuando todos están sujetos a reglas laborales constituidas en contratos colectivos. Está bien que los trabajadores voten por sus representantes, pero ¿votar por la parte patronal? Los hace en cierto sentido corresponsable del mal quehacer de estos. Por lo que toca a la clase estudiantil la Universidad está constituida por cerca de 20 mil estudiantes de preparatoria, lo que significa que esa gran cantidad de votantes prácticamente decidirá el rumbo de la elección; hay que considerar que los estudiantes del nivel medio superior no tienen la edad suficiente para ejercer sus derechos políticos tal y como lo establece la Constitución Política de México en su artículo 34, fracción I. En esta Universidad hacemos votar a los incapacitados por ley. Yo pregunto ¿Que conciencia política y conocimiento real de la Universidad tienen los chicos de preparatoria? Con rarísimas excepciones diría que ninguna; los pobres muchachos son utilizados por los líderes de opinión para votar por algún candidato o lo peor amenazados con malas calificaciones en caso de no obedecer.
El leiv motiv de los estudiantes es estudiar, prepararse para el futuro y poder así responder a las exigencias del mercado. La política debe analizarse y estudiarse dentro de un contexto académico, y no hacerlos parte de una lucha desgastante que sólo beneficia a una minoría escandalosa, por más pura que pueda ser ésta. En los procesos universitarios hay pérdida de clases; amenazas por parte de ciertos profesores si no se vota en un determinado sentido; división con sus compañeros que puede llegar y lo ha hecho, hasta los golpes; enemistades que en no pocas ocasiones afectan la vida institucional de la Universidad, etc. Todo ello engendra odios y se mal enseña la práctica de la democracia, y es así porque el terreno de la disputa política es el equivocado.
¿Los estudiantes tienen poder? Por supuesto que sí. Son la esencia suprema de la Universidad, sin ellos nada tendría razón de ser. Pero los estudiantes como tal deben ejercer esa fuerza en las organizaciones estudiantiles que al efecto se creen, por ejemplo la Federación Universitaria Guerrerense; es ahí donde los estudiantes pueden y deben hacer política para influir con sus propuestas la toma de políticas públicas en la institución. También pueden hacerlo a partir de la integración de los Consejos Académicos y de su representación en el Consejo Universitario y demás fórmulas concejales que al efecto existen o puedan existir. Pero no hagamos de la fuerza juvenil una arena política similar a la que se da en la lucha partidista, eso es tanto como desnaturalizar el quehacer propio de los estudiantes.
Los procesos electorales en las instituciones académicas son altamente desgastantes por el nivel de confrontación. Esto va en contra del motivo fundamental de toda institución académica. Las universidades son centros de cultura, formadoras no sólo de profesionistas altamente capacitados sino de personas con alta capacidad moral, y así, poder enfrenar los retos de una sociedad desgastante como la nuestra. La modernidad implica que los nuevos profesionistas sepan desde ya resolver los problemas del mundo cotidiano que está en constante transformación. Una Universidad que no comprende el mundo actual y el compromiso que tiene para con su juventud, es una Universidad mediocre que sólo aspira a lo mismo, dogmática y conservadora; por ello, la lucha universitaria debe dirigirse hacia la técnica y la ciencia como procesos transformadores de la realidad imperante. Si somos capaces de cumplir con ese objetivo se habrá dado un paso gigantesco en el compromiso social que la institución se forjó a través de los años.
La cuestión o problema que hay que resolver, consiste en madurar bien la idea de que los procesos electorales universitarios no nos conducen a nada, que no son democráticos y que sólo benefician a unos cuantos, que la misión de la Universidad se constriñe a la formación de cuadros aptos para resolver y transformar la vida social. Que nada bien hace a los estudiantes el meterlos en mecánicas o procesos de discusión que están fuera de su alcance y en donde sólo son utilizados como carne de cañón por quienes detentan los feudos del poder universitario.
Es tarea de los académicos construir un nuevo modelo para elegir Rector y Directores de Unidad. Ese modelo tiene que ser congruente y respetuoso de la autonomía universitaria. Con ello ganaríamos prestigio social y mandaríamos un mensaje de orden a la sociedad que siempre está pendiente de lo que sucede en el seno universitario. Ya no hagamos réplica de la lucha partidista en la Universidad. Estoy completamente seguro de que muchos trabajadores, estudiantes y académicos aprobarían gustosos un nuevo modelo, que sea democrático, en donde sólo los universitarios participemos y que el resultado sea congruente con las expectativas de una Universidad moderna, libre, universal y democrática.
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[1] Catedrático-investigador de la UA de Derecho de la UAGro

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