¿Jueces o fantasmas?
Mario Melgar
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Uno de los episodios más trágicos de la administración de justicia lo vivió Colombia en los ochenta. Un comando del M19 ingresó al Palacio de Justicia, donde sesionaba la Corte y asesinó a once magistrados. Murieron 22 funcionarios judiciales, siete abogados, 11 policías y 40 terroristas. A partir de entonces se estableció la figura de los jueces sin rostro. En Italia habían asesinado a 24 jueces. El más famoso es Giovani Falcone. La mafia lo asesinó al estallar una tonelada de explosivos en Sicilia. Murieron su esposa y cuatro escoltas. Falcone declaró antes que sabía que su nombre estaba en el calendario, "sólo es cuestión de que llegue el momento". Dos meses después la mafia mató con un coche bomba a otro amigo de Falcone, el juez Paolo Borsellino.
En España los jueces de la Audiencia Nacional tienen cuidados especiales. La Audiencia se ocupa de los delitos más graves como terrorismo, narcotráfico, crimen organizado, así como de grandes delitos económicos y las extradiciones. Los jueces y sus familias viven en lugares protegidos por la policía para cuidar su seguridad. La democracia española no ha permitido jueces sin rostro.
En México ya se planteó. El secretario de Educación Pública en el gabinete de Fox, Reyes Tamez Guerra, ahora diputado del Panal, señaló en desairada reunión de legisladores federales con el presidente Calderón que mientras el Ejército, la Marina o las policías capturan a los delincuentes, después, los libera un juez inepto, temeroso o corrupto. Propuso la creación de jueces anónimos y se basó en la experiencia italiana, lo que el presidente Calderón consideró tema para debate.
Ante la desesperación general hay compulsión por debatir. No olvida el Presidente que los debates son provechosos. De lo que no se acuerda es que los debe realizar el Poder Legislativo, la academia, los partidos políticos, las asociaciones y agrupaciones. Al Ejecutivo corresponde ejecutar las leyes y las políticas públicas. Debe proveer en la esfera administrativa, no sentarse, durante horas a escuchar las ocurrencias de los invitados.
La figura de los jueces sin rostro se utilizó en Colombia sin suerte. Lo hizo Fujimori en Perú para juzgar a los miembros de Sendero Luminoso y también los militares en la época más negra de Argentina. Las democracias se han opuesto, pues desnaturaliza la justicia. Es como encargarle a una computadora que vea la acusación del Ministerio Público, valore pruebas y dicte sentencia.
La responsabilidad oficial la tiene el Consejo de la Judicatura Federal que se ha opuesto sistemáticamente, sobre la idea de que México puede confiar en sus jueces federales. Los legisladores pueden modificar las leyes, pero la instrumentación de algo tan delicado le correspondería al Consejo de la Judicatura Federal.
No hay mucho tiempo. Hace unos días un comando atacó al juez de Distrito Carlos Alberto Elorza. Lleva la causa de Gregorio Sánchez, el ex candidato del PRD al gobierno de Quintana Roo, procesado por delitos contra la salud y lavado de dinero. A partir de esta noticia nos enteramos de amenazas generalizadas a decenas de jueces y magistrados federales.
El asunto es muy serio. Atacar la administración de justicia es ir contra la parte más sensible de la sociedad. Los jueces y magistrados federales tienen en sus manos la protección institucional y moral de una sociedad. El Consejo de la Judicatura Federal tiene la obligación de atender este asunto e informar a la sociedad qué piensa sobre los jueces sin rostro, sobre la vida y seguridad de centenares de funcionarios judiciales que atienden los asuntos que el Ejército, la Marina y las policías y procuradurías del país ponen en sus escritorios. Hay que cuidarlos, pues son el último eslabón de la quebrantada cadena de seguridad que vivimos. Ni Italia ni Colombia ni Perú ni Argentina son ejemplos válidos. Tal vez España en cuanto a la protección que brindan.
En alguna ocasión en Madrid le pregunté al presidente del Supremo Tribunal español por qué no se veían policías en las ciudades españolas. Me contestó que la mejor policía es la que no se ve. Las nuestras se ven por todos lados acompañadas de soldados y marinos.
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Publicado en Excelsior, 24 de agosto de 2010.
martes, 24 de agosto de 2010
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