lunes, 16 de agosto de 2010

Iglesia y homosexualismo globales, de Mario Melgar Adalid

Iglesia y homosexualismo globales
Mario melgar Adalid
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El homosexualismo se ha vuelto global. Semanas después de que Argentina resolviera autorizar las bodas entre personas del mismo sexo, un juez federal decidió en San Francisco que el referéndum (Proposición 8) que prohibía los matrimonios entre personas del mismo sexo resultaba inconstitucional. En México, la Suprema Corte de Justicia, en una contundente votación 8 a 2, resolvió, horas después, que los matrimonios entre personas del mismo sexo no van en contra de la Constitución. La resolución mexicana está incompleta, faltan alcances. Particularmente el tema de la adopción por homosexuales.
Las declaraciones de constitucionalidad en México y Estados Unidos coinciden en varios puntos. Las dos avalan la igualdad de las personas que tienen preferencias sexuales distintas a la mayoría heterosexual. El tema es tan antiguo como la misma humanidad, sólo que el movimiento global por la reivindicación de los derechos de las minorías es de nuestro tiempo. El reconocimiento del derecho a ser distinto, a tener preferencias sexuales por una persona del mismo sexo, no se materializa si no se reconoce el derecho a formar una familia. El matrimonio entre personas del mismo sexo es el indicador emocional de la legitimidad y la fórmula práctica de abatir la discriminación.
No fueron gratuitas las resoluciones. En San Francisco y en México hubo airadas protestas. Allá la iglesia mormona, acá, entre nosotros, la Iglesia católica, que no obstante su propósito de enmienda, de respetar la ley, de acatar el laicismo, como habían declarado cuando la Procuraduría General interpuso la acción de inconstitucionalidad, atacaron a la Suprema Corte calificando a sus integrantes de insensatos, ignorantes y ligeros.
La Iglesia católica siempre se ha manifestado en contra de los homosexuales. El cardenal mexicano Javier Barragán es una muestra. Consultado acerca de si las personas nacían homosexuales, Barragán declaró que los homosexuales no nacen, sino se hacen. Lo atribuyó a varias razones: "educación, por no tener desarrollada la identidad durante la adolescencia". Lo más simpático es que declaró que no son culpables, pero "por ir contra la dignidad del cuerpo humano" declaró textual "no entrarán al Reino de los Cielos".
La decisión de la Suprema Corte mexicana abre un camino que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal empezó a construir. El matrimonio de personas del mismo sexo sin validar la adopción sería un derecho incompleto y sin contenido.
No será sencillo resolver las complicaciones jurídicas que trae consigo esa decisión, pues la Constitución mexicana establece que los actos del estado civil que se encuentren ajustados a las leyes de un estado, tendrán validez en los otros, lo que implica que todo acto de estado civil como el matrimonio o la adopción que cumpla con las formalidades contenidas en una ley local será válido en las demás entidades federativas.
Se debe distinguir entre la validez del acto del estado civil y la ejecución. Si hay discrepancias entre legislaciones de avanzada, como la del Distrito Federal, y legislaciones reaccionarias, como las que puedan producirse en los estados en que el clero activo amenace con el fuego eterno a los legisladores del PAN para que voten en contra de los matrimonios entre homosexuales o contra la adopción por parte de estos matrimonios, se verá cada caso particular y habrá soluciones jurídicas. La Corte tendrá que resolverlo.
Más difíciles son aún las decisiones de las malas conciencias. La del clero global que ocultó a sacerdotes pederastas. Una vergüenza. Esos mismos defensores de Maciel y compañía. son los que exhiben a los homosexuales y lesbianas como seres antinaturales. Lo que Cristo hubiera condenado.
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Publicado en Excelsior

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