En La Jornada Guerrero, del 28 de marzo de 2009, aparece la siguiente nota que consideramos de interés:
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ANNE WARREN JOHNSON Y FIDEL DE LA PUENTE BASABE
Los Diablos de Teloloapan
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ANNE WARREN JOHNSON Y FIDEL DE LA PUENTE BASABE
Los Diablos de Teloloapan
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Historia y leyenda
Los Diablos de Teloloapan no son como los típicos personajes diabólicos, representantes del pecado y del mal. Estos son diablos patrióticos, dado que tuvieron su origen entre 1818 y 1821, durante la última etapa de la Guerra de Independencia. Después de 8 largos años de lucha contra los españoles, ya los insurgentes habían sido derrotados en varios estados de lo que se convertiría en la República Mexicana. En 1818, todavía quedaba una pequeña flama de resistencia entre los insurgentes que se encontraban luchando por su independencia en el hoy estado de Guerrero, bajo el mando del general Vicente Guerrero Saldaña. En el norte del Estado, Pedro Ascencio de Alquisiras, lugarteninente y brazo derecho de Don Vicente, comandaba a las tropas insurgentes. Esta banda enfrentó a los soldados del comandante realista Agustín de Iturbide en varias ocasiones.
Una vez hacia fines de la guerra, Pedro Ascencio y sus hombres se encontraron sitiados por los realistas en el pueblo de Teloloapan. Pero al astuto y creativo Pedro se le ocurrió tallar máscaras de madera de colorín, con cuernos de borrego y chivo. Hizo que sus hombres se vistieran con cueras de gamuza de venado para complementar sus máscaras diabólicas. Tomaron sus chicotes de ixtle y, produciendo ruidos espantosos, hicieron su aparición de noche desde las cuevas de los alrededores de Teloloapan. Los españoles, temerosos y supersticiosos pensaron que eran demonios del mismísimo infierno y se espantaron tanto que huyeron sin más, dejando sus armas y parque. Esta estrategia de guerra les sirvió a los insurgentes varias veces durante sus enfrentamientos con el enemigo en la región Norte de Guerrero.
El concurso
Durante mucho tiempo, la gente de la región conmemoraba a Don Pedro y sus hazañas, ya que cada 16 de septiembre salían diablos como parte de la celebración del aniversario de la Independencia Mexicana en poblados como Apaxtla, Ostotitlán y Chapa. Pero esta tradición se ha perdido en muchos lugares. Solamente en Teloloapan se sigue conservando y el Concurso de los Diablos se ha convertido en el símbolo del municipio.
Cada 16 de septiembre en la tarde, el zócalo de Teloloapan se llena con ciudadanos ansiosos de ver a sus amados diablos y de presenciar su desempeño en la competición. Entre 20 y 30 diablos con calificados por su máscara: una obra artesanal elaborada de madera de colorín y decorada con pintura esmalte, lana de borrego, dientes de cerdo y de vaca, y cuernos de borrego, chivo, venado o vaca. También se toma en cuenta la tradicional vestimenta: una cuera de gamuza de venada que proviene de los antiguos ganaderos de Tierra Caliente; el manejo del chicote de ixtle y la resistencia con el mismo. El ganador recibe un hermoso trofeo y un premio económico por parte de las autoridades del pueblo, aunque lo más importante es el cariño que recibe del público.
Durante la siguiente semana, los diablos salen cada tarde para visitar las colonias del pueblo, seguidos por bandas de niños y usualmente acompañados por “la vieja de los diablos”: un hombre o chico con máscara, vestido y rellenos de mujer. Eventualmente llegan al zócalo, donde se toman fotografías con los niños, piden (o agarran) comida de los comerciantes y “anónimos” debajo de sus máscaras, pasean con las muchachas. Si uno de sus miembros falleció durante el año, también lo visitan en el panteón, llevando ramos de flores para dejar en su tumba.
Don Fidel, padre e hijo
La conservación y fortalecimiento de esta tradición se deben en gran parte al esfuerzo de un hombre, Don Fidel de la Puente Fabián, quien fue el encargado de la tradición, dándose a conocer como mascarero a nivel mundial durante 55 años, desde 1945 hasta que falleció en el año 2000.
Antes de que él participara, las manadas de diablos acostumbraban salir de diferentes colonias y pelear entre sí. Prácticamente huérfano, Don Fidel creció en las calles, donde aprendió a luchar para sobrevivir, y adquirió habilidades que le ayudaron a domar y controlar a los feroces diablos, juntándolos en una sola banda que llegó a ser el orgullo e identidad de los teloloapenses.
Dedicó diez años de su vida de tiempo completo a la difusión de la tradición que amaba, acompañando a sus máscaras en exhibiciones dentro y fuera de la República Mexicana. Don Fidel dejó la tradición de los diablos de herencia a su hijo, Fidel de la Puente Basabe, quien concursaba elaborando sus propias máscaras desde la edad de 10 años. Entre 1970 y 2000 obtuvo 25 primeros lugares, todos dedicados a su padre. Ahora desempeña el papel de encargado de los Tradicionales Diablos de Teloloapan, aunque no descarta la posibilidad de volver a concursar.
Igual que su padre, Fidel de la Puente, hijo, ha apoyado en la difusión de los diablos, logrando su participación en desfiles en Chilpancingo, Acapulco, Iguala, Arcelia, Taxco y notablemente en eventos patrocinados por asociaciones de teloloapenses radicados en la Ciudad de México. Su actividad más reciente fue el montaje de una exhibición única de máscaras de su colección en el Museo Regional ubicado en la capital del estado.
Los Diablos de Teloloapan no son como los típicos personajes diabólicos, representantes del pecado y del mal. Estos son diablos patrióticos, dado que tuvieron su origen entre 1818 y 1821, durante la última etapa de la Guerra de Independencia. Después de 8 largos años de lucha contra los españoles, ya los insurgentes habían sido derrotados en varios estados de lo que se convertiría en la República Mexicana. En 1818, todavía quedaba una pequeña flama de resistencia entre los insurgentes que se encontraban luchando por su independencia en el hoy estado de Guerrero, bajo el mando del general Vicente Guerrero Saldaña. En el norte del Estado, Pedro Ascencio de Alquisiras, lugarteninente y brazo derecho de Don Vicente, comandaba a las tropas insurgentes. Esta banda enfrentó a los soldados del comandante realista Agustín de Iturbide en varias ocasiones.
Una vez hacia fines de la guerra, Pedro Ascencio y sus hombres se encontraron sitiados por los realistas en el pueblo de Teloloapan. Pero al astuto y creativo Pedro se le ocurrió tallar máscaras de madera de colorín, con cuernos de borrego y chivo. Hizo que sus hombres se vistieran con cueras de gamuza de venado para complementar sus máscaras diabólicas. Tomaron sus chicotes de ixtle y, produciendo ruidos espantosos, hicieron su aparición de noche desde las cuevas de los alrededores de Teloloapan. Los españoles, temerosos y supersticiosos pensaron que eran demonios del mismísimo infierno y se espantaron tanto que huyeron sin más, dejando sus armas y parque. Esta estrategia de guerra les sirvió a los insurgentes varias veces durante sus enfrentamientos con el enemigo en la región Norte de Guerrero.
El concurso
Durante mucho tiempo, la gente de la región conmemoraba a Don Pedro y sus hazañas, ya que cada 16 de septiembre salían diablos como parte de la celebración del aniversario de la Independencia Mexicana en poblados como Apaxtla, Ostotitlán y Chapa. Pero esta tradición se ha perdido en muchos lugares. Solamente en Teloloapan se sigue conservando y el Concurso de los Diablos se ha convertido en el símbolo del municipio.
Cada 16 de septiembre en la tarde, el zócalo de Teloloapan se llena con ciudadanos ansiosos de ver a sus amados diablos y de presenciar su desempeño en la competición. Entre 20 y 30 diablos con calificados por su máscara: una obra artesanal elaborada de madera de colorín y decorada con pintura esmalte, lana de borrego, dientes de cerdo y de vaca, y cuernos de borrego, chivo, venado o vaca. También se toma en cuenta la tradicional vestimenta: una cuera de gamuza de venada que proviene de los antiguos ganaderos de Tierra Caliente; el manejo del chicote de ixtle y la resistencia con el mismo. El ganador recibe un hermoso trofeo y un premio económico por parte de las autoridades del pueblo, aunque lo más importante es el cariño que recibe del público.
Durante la siguiente semana, los diablos salen cada tarde para visitar las colonias del pueblo, seguidos por bandas de niños y usualmente acompañados por “la vieja de los diablos”: un hombre o chico con máscara, vestido y rellenos de mujer. Eventualmente llegan al zócalo, donde se toman fotografías con los niños, piden (o agarran) comida de los comerciantes y “anónimos” debajo de sus máscaras, pasean con las muchachas. Si uno de sus miembros falleció durante el año, también lo visitan en el panteón, llevando ramos de flores para dejar en su tumba.
Don Fidel, padre e hijo
La conservación y fortalecimiento de esta tradición se deben en gran parte al esfuerzo de un hombre, Don Fidel de la Puente Fabián, quien fue el encargado de la tradición, dándose a conocer como mascarero a nivel mundial durante 55 años, desde 1945 hasta que falleció en el año 2000.
Antes de que él participara, las manadas de diablos acostumbraban salir de diferentes colonias y pelear entre sí. Prácticamente huérfano, Don Fidel creció en las calles, donde aprendió a luchar para sobrevivir, y adquirió habilidades que le ayudaron a domar y controlar a los feroces diablos, juntándolos en una sola banda que llegó a ser el orgullo e identidad de los teloloapenses.
Dedicó diez años de su vida de tiempo completo a la difusión de la tradición que amaba, acompañando a sus máscaras en exhibiciones dentro y fuera de la República Mexicana. Don Fidel dejó la tradición de los diablos de herencia a su hijo, Fidel de la Puente Basabe, quien concursaba elaborando sus propias máscaras desde la edad de 10 años. Entre 1970 y 2000 obtuvo 25 primeros lugares, todos dedicados a su padre. Ahora desempeña el papel de encargado de los Tradicionales Diablos de Teloloapan, aunque no descarta la posibilidad de volver a concursar.
Igual que su padre, Fidel de la Puente, hijo, ha apoyado en la difusión de los diablos, logrando su participación en desfiles en Chilpancingo, Acapulco, Iguala, Arcelia, Taxco y notablemente en eventos patrocinados por asociaciones de teloloapenses radicados en la Ciudad de México. Su actividad más reciente fue el montaje de una exhibición única de máscaras de su colección en el Museo Regional ubicado en la capital del estado.
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