¿Tercio de la Muerte o Último Cuarto?
Mario Melgar Adalid
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Existe la percepción pública de que los presidentes mexicanos enloquecen al final de su gestión. Salvo Fox, que así estuvo desde que inició, y Zedillo, que nunca perdió serenidad ni equilibrio, ha sido una constante que el final sexenal se convierte en tragedia. No se ha salvado Calderón del síndrome final. Y como diría el argentino: “Y no sabés lo peor”. Instalado en el ridículo, como si fuera estrategia política, las últimas presentaciones presidenciales se han apegado al guión. Completamente sobrio, Calderón ha perdido toda sobriedad.
En su reciente visita a Estados Unidos el Presidente olvidó sus responsabilidades constitucionales. Una de ellas es que debe dirigir la política exterior y observar principios normativos, uno de los cuales es la no intervención. Joel Magallán, uno de los líderes de las comunidades mexicanas, lleva años encabezando la lucha de los migrantes indocumentados. Cuestionó la guerra de Calderón. Además de decirle al Presidente que ya cumplió su sueño de ser Presidente, lo acusó de que México está sumido en una guerra interminable que no va a ganar ni él ni nadie.
Comentó lo que se dice en México: “Hemos dejado de lado, pues, muchas cosas, prioridades que tiene México y que no se han solucionado. La bandera que usted tomó al principio de su campaña, que era el empleo, parece que no ha funcionado y nos quedamos con la bandera de la guerra contra el narcotráfico. Creo que esa es una guerra que no la va a ganar ni usted ni nadie, porque no depende de usted, sino de las fuerzas que venden el negocio de la guerra”.
La respuesta del Presidente fue desconcertante, en tanto dijo que él no enarbola la bandera de guerra contra el narcotráfico. Que su política pública tampoco fue producto del “me da la gana hacer la guerra”. Agregó, sin que nadie le preguntara su opinión sobre el conflicto en Irak, que lo que se hace en México no es ir a Irak y mandar soldados a miles de kilómetros a pelear esa causa.
En otro acto, ante delegados de las dependencias federales, se equiparó con Winston Churchill, mientras que los narcos son la reencarnación del nazismo.
Para apoyar su argumento de que todavía se puede salvar el barco que conduce, dio ejemplos taurinos y deportivos. Dijo que, como en las corridas, a él sólo le interesa el último tercio. No se necesita saber mucho de la tauromaquia como para darse cuenta de que el tercio de la muerte es ciertamente el de mayor lucimiento para el torero. Pero ese momento no puede llegar sin antes haber pasado los primeros tercios. ¿Propone Calderón una corrida sin lances? ¿Sin gaoneras ni verónicas ni siquiera chicuelinas? Una lidia sin banderillas ni picadores. ¿Será que sólo la muerte le interesa? En cuanto al futbol americano, lo importante, según dice, es el último cuarto e “incluso los últimos dos minutos”. Pues que proponga a la NFL que solamente jueguen el último cuarto o solamente los dos últimos minutos.
Ahora que están tan de moda las encuestas, convendría hacer una que mostrara la opinión de quienes —a la luz de los resultados que se ven— votaron por Calderón y señalaran si lo volverían a hacer. Aquellas premoniciones de lo que hubiera pasado al país, de haber votado por López Obrador, de haber sido ciertas, son nada con lo que vive México en este tercio de la muerte.
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