martes, 19 de julio de 2011

Armas y violencia en México

Si hubiera parque, no estaría usted aquí

Mario Melgar Adalid
.
A Salvador Rocha,
extraordinario amigo
y abogado.
.
El general Anaya tuvo que rendir la plaza en 1847. Cuando el militar estadunidense David Emmanuel Twiggs, al derrotarlo, le exigió las armas y municiones sobrantes en el Convento de Churubusco, durante la Guerra México-Estados Unidos, Pedro María Anaya le respondió: “Si hubiera parque, no estaría usted aquí”. Este pasaje es una más de las derrotas mexicanas con la cara en alto. No deja de ser ejemplar. A más de 150 años en otra guerra, la de Calderón, las armas y las municiones siguen siendo un tema de nuestra relación con EU.
Ese país bélico por naturaleza utilizó las armas por primera ocasión en contra de México para ensanchar su territorio. Ahora México sostiene —tal vez sin toda la razón— que son las armas que provienen de Estados Unidos las culpables de los daños colaterales de la guerra de Calderón.
Cuando menos 70% de las armas que se han recuperado en la guerra tienen su origen en Estados Unidos. El gobierno de Obama ordenó que cerca de ocho mil establecimientos que venden armas en la zona fronteriza deberán reportar ventas múltiples de las AK-47 (cuernos de chivo) y armas semiautomáticas de asalto a la oficina federal de armas de Estados Unidos.
No parece que esta medida vaya a resolver el problema. En un escenario hipotético en el que pudiera sellarse la frontera y los combatientes de la narcoguerra se quedaran sin armas, la pregunta es: ¿se acabaría la violencia? Si se impidiera el tráfico de armas desde Estados Unidos, otro proveedor las haría llegar. De hecho, la empresa de inteligencia y espionaje internacional Stratford ha sostenido que culpar a Estados Unidos de la violencia mexicana es un mero argumento burocrático-diplomático. Las armas también llegan a México de Centro América, donde se constituyó un enorme arsenal durante las guerras intestinas en San Salvador, Honduras y Nicaragua, también de la corrupción de las policías y hasta de las fuerzas armadas que trafican con armas.
La medida de buena voluntad fue bien recibida en México. No obstante, queda pendiente el desenlace de la operación Rápido y Furioso, organizada por el gobierno federal estadunidense y sobre la que nuestro país se ha mostrado sumamente cauteloso. En otra época el gobierno mexicano hubiera exigido mejores y mayores explicaciones. Esta decisión del gobierno estadunidense es para muchos congresistas una cortina de humo para evitar mayor desgaste del Departamento de Justicia.
No obstante, todo indica que el asunto está latente y los republicanos lo utilizarán a la hora de la campaña a la Presidencia. En México es altamente probable que el PRI también utilice este argumento desde una perspectiva nacionalista para criticar la blandura panista.
La reacción en Estados Unidos ha sido de beneplácito de los grupos liberales, mientras que la poderosa National Rifle Association (NRA) considera la medida contraria a los derechos constitucionales como la Segunda Enmienda, cuyo texto dice: “El derecho del pueblo de poseer y portar armas no se infringirá, dado que una Guardia Nacional ordenada es necesaria para la seguridad de un Estado libre.”
La orden del Departamento de Justicia es que cualquier venta de más de dos armas semiautomáticas tendrá que reportarse.
No significa que se prohíba su venta ni que se prohíba su exportación, se trata de tener control.
Para evitar mayor crítica de los detractores de la medida, el Departamento de Justicia ha anunciado que a los dos años, si no hay reportes de delitos cometidos con las armas, los registros quedarán destruidos.
El problema no se va a resolver con esta medida. En las exposiciones de armamento (Gun Shows) que se celebran permanentemente por toda la Unión Americana, la venta es indiscriminada y no hay registros, se venden armas como palomitas de maíz.
Quedan además los vendedores de armas, sin escrúpulos, que encontrarán vías para seguir vendiendo más de dos armas a los cárteles. La solución es sencilla, pero imposible de cumplir: sellar nuestra frontera para que no entren las armas.
Quien haya cruzado por tierra la frontera desde Estados Unidos sabe que esto es imposible. Llegar a México por tierra desde el norte es como llegar a la tierra de nadie.
No es previsible que algún día los cárteles se rindan como el general Anaya por falta de armas y de parque.
No imagino a ningún sicario zeta decirle a otro sicario del cártel del Golfo: “Si hubiera armas y parque, no estarías aquí”.
.
Consulta en:

No hay comentarios: