martes, 26 de julio de 2011

Las enfermedades de los políticos


De políticos y enfermedades
Mario Melgar Adalid
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Las enfermedades son las piedras del camino de la vida. Nos las encontraremos tarde o temprano. Cuando se trata de las enfermedades de los funcionarios, éstas adquieren un carácter público y están sujetas a las reglas de la conveniencia y circunstancias políticas. La enfermedad de Hugo Chávez es un acontecimiento político y del desenlace dependerá el destino de Venezuela. Así sucedía con las dolencias de Castro, las que modificarían la situación política de Cuba, solamente que no contaban con la astucia de Fidel, que ya tenía a su hermano preparado. De igual manera, todo parece indicar que Chávez con cáncer gobernando desde La Habana por Twitter que siguen 1.8 millones de personas (https://twitter.com/#!/chavezcandan), podría también encargarle Venezuela a su hermano Adán, una especie de Raúl Castro venezolano.
En México, las enfermedades de los políticos se han ocultado o se han simulado para resolver problemas. Durante el gobierno de Echeverría, Hugo B. Margaín, de entrañable recuerdo, fue obligado a renunciar a la Secretaría de Hacienda. El pretexto fue haberse caído de un caballo. Andrés Henestrosa, que era su camarada y había sido su compañero en el Senado, le dedicó un libro: “A Hugo Margaín, magnífico funcionario, buen amigo, pésimo jinete”. Adolfo López Mateos padecía una delicada enfermedad que jamás se hizo pública mientras fue el Presidente. En algún momento un amigo cercano le comentó, para elevar su ánimo, que el pueblo lo adoraba, a lo que el Presidente contestó: “Hay amores que matan”. Díaz Ordaz vivió años enfermo como Presidente sin que se hicieran públicas sus dolencias que el pueblo, enterado por rumores, celebraba jubiloso.
Fox nos mantuvo sin información sobre su enfermedad y sus medicamentos. En otro sitio tal vez lo hubieran incapacitado para trabajar.
El cáncer de Chávez no ha modificado mayormente las cosas en Venezuela todavía. Chávez sigue con una aceptación de 50% y nadie se atreve, dentro del oficialismo, ni siquiera a mirar la silla presidencial. La oposición exige explicaciones sobre la enfermedad, así como sobre el tratamiento. Hay preguntas: ¿participará en la campaña presidencial de 2012 si está enfermo? ¿Podrá el hermano Adán, siempre a la sombra del chavismo, ganar una elección? ¿Aceptará el chavismo una derrota electoral?
En Estados Unidos las enfermedades han jugado un papel crucial en la política. En los últimos días de la II Guerra Mundial, la cada vez más deteriorada enfermedad del presidente Franklin D. Roosevelt lo tenía prácticamente incapacitado.
No obstante, se guardaron los detalles de las dolencias presidenciales como secreto de Estado. La enfermedad de Roosevelt es una de las que han tenido mayor dramatismo. Muy enfermo se sabía que ganaría su cuarta histórica elección, como sucedió. El punto era quién sería el vicepresidente que habría de sucederlo. Más importante en la fórmula que ganó esas elecciones fue Harry Truman que el propio Roosevelt. Roosevelt llegó a recomendarle que en esos días no tomara ningún avión, para evitar el riesgo de que el país se quedara sin líder.
En otro nivel, el debate sobre las enfermedades de las figuras públicas continúa.
Michele Bachmann, la congresista republicana que ante la ausencia de candidatos fuertes en su partido (síndrome similar al del PAN nuestro de cada día), ha decidido ir por la nominación republicana para contender contra Obama. Sólo que Michele padece migraña, como López Mateos,y el público lo sabe.
Las migrañas de Michele no son pretextos como las de algunas mujeres; son una enfermedad incapacitante. Judith Warner en el New York Times hace varias preguntas: ¿Es nuestro problema que la congresista Bachmann tenga migrañas? ¿Será que toma medicinas para contrarrestarlas? ¿Será una mujer tan estoica que a pesar de los terribles y debilitantes dolores cumple con su deber con sus electores o cuando las cosas se ponen difíciles tiene que acostarse en la oscuridad, mientras el mundo espera afuera?
En México, por lo pronto, no hay políticos enfermos a la vista. Pero está pendiente que se resuelva, de manera más eficiente que como lo establece la Constitución vigente, la sustitución del Presidente en caso de falta absoluta. El artículo 84 es una más de las asignaturas pendientes para el próximo Presidente.
Calderón ya no da para tanto, esperemos no se enferme. Sustituirlo es más difícil que padecer su desgobiern
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