En la edición del 05 de octubre de 2009, aparece en DIARIO DE GUERRERO, la siguiente informacion en la columna COSMOS de HÉCTOR CONTRERAS ORGANISTA:
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COSMOS
Por: Héctor CONTRERAS ORGANISTA
COSMOS
Por: Héctor CONTRERAS ORGANISTA
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“Cuando era chamaco iba con mi papá a esos terrenos donde sembraba maíz y arroz, porque el arroz necesita mucha agua y ahí había mucha, era una ciénega. No sé cuánto medirán los terrenos pero lo que sí sé es que mi papá sembraba como ocho almudes de maíz y seis de arroz. La mitad de esos terrenos fueron propiedad de mi papá Justino Rivera Sánchez, mi mamá se llamó Emilia García. Yo tuve varios hermanos: Epifanio y Juan, Claudia y Gilberta. La otra mitad de los terrenos fue de mi tío Venancio Rivera Sánchez y había otros propietarios como Longinos Jiménez que era de Dos Caminos, Sixto Barrientos que también como yo era de Carrizal de la Vía y esos terrenos fueron propiedad de mi abuelo, Tomás Rivera y de mi tío José Rivera. Yo se los vendí a Mario Sánchez en veinte mil pesos pero me parece que a él por esos terrenos le dieron ciento cincuenta mil pesos y ahorita, imagínese, valen la millonada”.
“Cuando era chamaco iba con mi papá a esos terrenos donde sembraba maíz y arroz, porque el arroz necesita mucha agua y ahí había mucha, era una ciénega. No sé cuánto medirán los terrenos pero lo que sí sé es que mi papá sembraba como ocho almudes de maíz y seis de arroz. La mitad de esos terrenos fueron propiedad de mi papá Justino Rivera Sánchez, mi mamá se llamó Emilia García. Yo tuve varios hermanos: Epifanio y Juan, Claudia y Gilberta. La otra mitad de los terrenos fue de mi tío Venancio Rivera Sánchez y había otros propietarios como Longinos Jiménez que era de Dos Caminos, Sixto Barrientos que también como yo era de Carrizal de la Vía y esos terrenos fueron propiedad de mi abuelo, Tomás Rivera y de mi tío José Rivera. Yo se los vendí a Mario Sánchez en veinte mil pesos pero me parece que a él por esos terrenos le dieron ciento cincuenta mil pesos y ahorita, imagínese, valen la millonada”.
Así habló en entrevista don Mardonio Rivera García quien fuera propietario del ahora internacionalmente famoso paraje donde se localizan las ruinas de Tehuacalco que según algunas definiciones quiere decir “Lugar del Agua Sagrada”, el centro ceremonial más importante de la cultura Yope que ha despertado la curiosidad tanto en México como en el extranjero y es uno de los sitios turísticos más visitados por los investigadores de nuestro pasado histórico.
Bertín Cabañas López era regidor en el ayuntamiento de Chilpancingo en el año 2003. Cierta ocasión visitó en Carrizal de la Vía, población que se localiza a la vera de la carretera nacional México-Acapulco en las proximidades de Tierra Colorada a don Mardonio quien le informó que en Tehuacalco “había una como iglesita”. Junto con Carmelo Gutiérrez y un primo suyo, Silvio Salvador condujeron al ingeniero Bertín Cabañas López hasta aquél lugar para mostrarle una piedra donde había grabadas las huellas de unos pies en una roca.
“El ingeniero Bertín nos abrió los ojos, él fue quien nos dijo que era un centro ceremonial muy antiguo porque también le enseñamos una piedra larga donde hay tres huacales. A mi me decían que era una iglesia, pero ahora resulta que ya no es iglesia sino un centro ceremonial muy importante donde sacrificaban a las personas. Mi papá nunca me dijo nada de eso. Yo vendí esos terrenos porque están muy lejos para ir a sembrar.
“Allá donde están las ruinas, ese terreno fue propiedad de mi tío Venancio Rivera Sánchez. El lugar está lleno de encinos, de cubata, de espino de carnizuelo y de parotas. Una, la más grande ya se cayó. “Mi abuelo se llamó Tomás Rivera Sánchez, fue hacendado, propietario de la Hacienda de Los Tepetates, un lugar que está más allá de Tehuacalco, pero cuando la Revolución, como era hacendado, a él lo sacaron y se vino a vivir a Carrizal de la Vía. Y ahora que ya se sabe que es un centro ceremonial y hay mucho trabajo, a nosotros no nos dieron nada de chambiar, es como dice el dicho: Unos corren la liebre y otros sin correr, la alcanzan”.
El ingeniero Bertín Cabañas López, autor del histórico hallazgo de Tehuacalco asegura que ese sitio, años atrás, había sido reportado al INAH por una antropóloga, a raíz de un inventario de ruinas arqueológicas que hizo en el estado de Guerrero. El se ocupó en tomar una cantidad enorme de fotografías de Tehuacalco tal como se encontraba, y en realidad son las únicas que existen y muestran al lugar en su estado virginal, particularmente donde se localiza El Juego de Pelota. El fue quien envió la información al Instituto de Antropología e Historia diciéndoles que había unas ruinas y que había que rescatarlas. Lamentablemente en Tehuacalco se produjeron ya muchos saqueos bajo el argumento de que en ese lugar está enterrada una campana de oro.
“La primera vez que estuve en Tehuacalco fue algo emocionante, porque vi que lo que estaba ahí no era una piedra común y corriente; era una piedra trabajada, tallada, y aparte había esquineros de ruinas. La vegetación se encargó de botar las piedras. Ese fue el centro ceremonial más importante de los Yopes quienes jamás fueron sometidos por los aztecas. Los aztecas los saqueaban, abusaban de ellos pero nunca pudieron conquistarlos, nunca los tuvieron sometidos. Ellos se refugiaban en cuevas.
Mardonio llevó a los antropólogos a las cuevas donde encontraron muchos vestigios, ahí mismo en Tehuacalco. La característica de los Yopes es que eran personas de estatura considerable y eran fuertes, corpulentos y no tenían miedo, inclusive eran hasta suicidas. A pesar de que sabían que tenían desventaja, atacaban de todas formas, por eso nunca fueron sometidos por los aztecas.
Los Yopes tuvieron su asentamiento desde Chilpancingo hasta Acapulco, y lo más importante fue Tehuacalco.
Cuando vi los vestigios, la cultura de ese grupo étnico, uno imagina con emoción todo lo que fue, lo que sucedió, que ahí dejaron su cultura y, ¿por qué no pensar que hasta ellos mismo taparon a propósito con vegetación sus ruinas?, y que al momento de tapar, la vegetación hizo el segundo trabajo, de empezar a botar las piedras acomodadas, pero afortunadamente, no las borró y eso hizo que finalmente se descubriera que Tehuacalco es un centro ceremonial muy importante”.
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El 06 de octubre de 2009, Héctor Contreras Organista, volvió a dedicar su columna COSMOS, en DIARIO DE GUERRERO, para platicarnos sobre Tehuacalco:
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COSMOS
Por: Héctor CONTRERAS ORGANISTA
COSMOS
Por: Héctor CONTRERAS ORGANISTA
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Nadie, quien por primera vez visite Tehuacalco (“Lugar del Agua Sagrada”) importante centro ceremonial de los Yopes que se localiza en las proximidades de la población de Tierra Colorada, yendo de Chilpancingo a Acapulco sobre la carretera federal o Panamericana, dejará de sorprenderse cuando los guías, desde la parte central de la explanada muestran los cuatro imponentes cerros que circundan ese conjunto arqueológico: Al norte, el cerro de El Capulín; al sur, el cerro de Tierra Colorada; al este, La Compuerta y al oeste, La Cueva del Diablo.
Nadie, quien por primera vez visite Tehuacalco (“Lugar del Agua Sagrada”) importante centro ceremonial de los Yopes que se localiza en las proximidades de la población de Tierra Colorada, yendo de Chilpancingo a Acapulco sobre la carretera federal o Panamericana, dejará de sorprenderse cuando los guías, desde la parte central de la explanada muestran los cuatro imponentes cerros que circundan ese conjunto arqueológico: Al norte, el cerro de El Capulín; al sur, el cerro de Tierra Colorada; al este, La Compuerta y al oeste, La Cueva del Diablo.
Es imponente la observación porque al igual que otros lugares de la república mexicana donde se localizan asentamientos de otras culturas mesoamericanas, Tehuacalco se ubica en un sitio geográficamente estratégico que mucho tiene que ver con la observación celeste y particularmente con su localización en medio de una vegetación exuberante donde impera un silencio impresionante que invita a la meditación.
Estando Tehuacalco todavía casi inexplorado es mucho lo que en un lapso de seis años los arqueólogos han aportado en sus acuciosas investigaciones, pero indudablemente que todavía falta mucho, pero mucho que descubrir a favor de la historia de México y llegar a conclusiones que científicamente aporten luces sobre la importancia del pueblo y la cultura Yope.
Eva Contreras, una de las guías que conducen grupos para conocer ese lugar habla de que existen cien cuevas en el cerro de La Compuerta donde presuntamente los Yopes se ocultaban cuando eran atacados por los aztecas.
Anota que en el lugar, a pesar de haber sido un sitio dedicado a los sacrificios humanos para complacer a los dioses, no se han encontrado tumbas o restos humanos, y que los torneos que se realizaban en “la cancha” del Juego de Pelota estaba dedicada a la fertilidad y a la lluvia.
Lo que hace notar a los visitantes es el suelo de Lodo Rojo de donde se supone deriva el nombre de Tierra Colorada para la actual cabecera del Municipio de “Juan R. Escudero”. Lo que es también impresionante son los diseños acuáticos que fueron construidos 650 años después de Cristo. Todo en Tehuacalco resulta muy interesante, como por ejemplo el marcador lunar y los tehuacalis (pozo en piedra).
Los Yopes consideraban a la roca como corazón del cerro, ahí iban ellos a moler el grano para darle de comer al corazón del cerro “para que el cerro estuviera contento y en época de lluvia no hubiera escasez”. El marcador lunar consta de 26 orificios, cada uno significa diversas fases de la luna.
Tehuacalco fue un asentamiento prehispánico de ochenta hectáreas y se localiza en la Sierra Madre del Sur en el extremo de un largo corredor que unía el altiplano central con la costa del Océano Pacífico. Estaba compuesto de un centro cívico ceremonial dedicando el culto al agua y a los cerros con una población circundante además de cerros, cuevas y petrograbados en la periferia del núcleo urbano.
Su nombre le fue otorgado por los grupos nahuas que llegaron después de la conquista para suplantar a las etnias locales que estaban en extinción. Posee varios significados, como “Lugar de las cajas de piedra”, “Lugar de casas de sacerdotes” y “Lugar del agua sagrada”, concibiéndose como un santuario dedicado al agua.
Entre la información que se puede obtener en un museo que se levanta en un conjunto de modernas edificaciones el visitante se entera que el lugar fue ocupado hacia el año 650 después de Cristo. Todo le favoreció para constituirse en un gran centro ceremonial.
Tras la decadencia de Tehuacalo, hacia el año mil 350 comenzó un proceso de desocupación, aunque las cuevas y algunas estructuras siguieron con uso ritual y otras fueron ocupadas habitacionalmente.
Se han encontrado 200 sitios arqueológicos periféricos a la zona arqueológica consistentes en unidades habitacionales, algunas estructuras rituales, cuevas y petrograbados. Su distribución se da en un centro ceremonial, en una plataforma ritual en el cerro La Compuerta, el área de cuevas, espacio ceremonial en la cima del cerro La Compuerta, área de vivienda y cultivo; plataforma y ceremonial en el cerro El Capulín, y en el rumbo Este, la salida del sol.
Las poblaciones que rodean a Tehuacalco son: Tierra Colorada, El Potrero, Garrapatas, Dos Caminos, Carrizal de la Vía; La Haciendita y Villa Guerrero.
El acceso al camino que conduce a Tehuacalco es un tanto peligroso yendo de norte a sur en virtud de que hay que salir de la carretera nacional México-Acapulco. El entronque presenta dificultades para maniobrar un vehículo, sobre todo si se lleva familia. Si bien es cierto que se colocó un semáforo en la carretera y algunos topes, no es suficiente, hace falta una glorieta y un número mayor de preventivos tanto en anuncios como en semáforos.
La atención del personal, sobre todo de parte de los guías es excelente. Lo que falta en el lugar son trípticos o folletería, fotografías y películas que el visitante pueda adquirir.
Próximos a Tehuacalco hay algunos lugares donde venden alimentos, desgraciadamente no cuentan con buena atención y la comida deja mucho que desear. Cada platillo es carísimo y dilatado para llegar a la mesa. Hay sitios cercanos para bañarse y disfrutar de un día de descanso a la sombra de árboles frondosos.
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