Pánico en la frontera con México
Mario Melgar Adalid
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El presidente Calderón, en alguna de sus ocurrencias para explicar nuestras desgracias, dijo que lo que pasa es que el gobierno no sabe vender la imagen de México. Prometió que una empresa de alta calidad recibiría el encargo de mejorar la imagen en el extranjero. Como tantas otras cosas, la promesa quedó acumulada en el cajón de los fracasos. La imagen de México está perdida en el exterior.
Hace años se decía que el doctor Guillermo Soberón, como rector de la UNAM y secretario de Salud, tenía muy buena imagen. Soberón tenía buena imagen porque fue un magnífico rector y un gran secretario de Estado.
Esta semana en San Antonio, convocado por el World Affairs Council, el alcalde Julián Castro presentó un informe sobre un viaje a China. Mencionó además que visitó al presidente de Toyota, Akio Toyoda, a quien tanto se venera en San Antonio por haber instalado una gran planta armadora de automóviles. La planta debió haberse ubicado en México. Problemas de imagen lo impidieron.
San Antonio es la ciudad más mexicana fuera de México, dice su eslogan publicitario. Su celebración del Bicentenario y del Centenario muestran lo mexicano de esa comunidad en donde no sólo hay mariachis y tríos de boleros, sino charreadas y jaripeos. San Antonio, como muchas ciudades mexicanas, también tiene esculturas de Sebastian. Una se llama la Antorcha de la Amistad. Fue regalada por los mexicanos que viven en San Antonio, agrupados en la Asociación de Empresarios Mexicanos, a quienes Carlos Monsiváis, en una de las visitas que hizo a la Extensión de la UNAM durante el rectorado de Juan Ramón de la Fuente, describió como "los primeros indocumentados con traje".
Al final de la presentación del alcalde Castro, se abrió un espacio para preguntas. A nadie le importó China ni Toyoda ni la promoción de las inversiones ni la comida cantonesa ni las atenciones de los chinos con el alcalde. Ese mismo día, en primera plana el San Antonio Express News daba cuenta de la masacre de decenas de migrantes a unas millas de EU. La muerte ronda la frontera.
Las preguntas mostraron el nerviosismo que produce México. No es una mera preocupación artificial, solidaria y amistosa. Hay pánico. Las preguntas se refirieron a si la alcaldía de San Antonio ha tomado las medidas necesarias para enfrentar la violencia que pudiera desbordarse desde México. Si la policía está capacitada para enfrentar esta nueva revolución mexicana. ¿Cuál es el plan para la contingencia mexicana?
El colmo fue la pregunta sobre el efecto que tendría entre los inversionistas chinos, invitados a invertir en San Antonio, la mala imagen de México. En tanto, San Antonio se anuncia para promoción turística y de negocios, como la ciudad donde puedes disfrutar toda la belleza y el folclor mexicano, sin tener que ir a México, les preocupa ahora que los confundan con nosotros.
El alcalde Julián Castro, de origen mexicano como su nombre y su fisonomía indican, contestó que no. No hay motivo de preocupación. Al contrario dijo la crisis en México empieza a traernos muchos beneficios, pues ya son miles de familias de personas ricas y poderosas que huyen de México. La derrama económica que generan será de enorme beneficio para el desarrollo de la comunidad. Ya no sólo vienen al shopping, ahora vienen a comprar sus casas y a iniciar negocios. Un abogado de migración dijo que él sólo recibió en agosto a 50 familias mexicanas que quieren arreglar sus papeles migratorios. El éxodo es generalizado. La paranoia crece con las noticias de la nueva barbarie. Nadie pone orden. La imagen sigue deteriorándose y nadie sabe si existe una estrategia para enfrentar este nuevo daño colateral de la incomprensible guerra que "vamos ganando", pero con la que todos pierden.
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Publicado en Excelsior
martes, 7 de septiembre de 2010
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