A continuación publicamos el texto que sirvió de base a la conferencia dictada el 30 de enero de 2009, en la Sala de Cabildo del H. Ayuntamiento de Iguala, impartida por David Cienfuegos Salgado, sobre el Congreso Constituyente del estado de Guerrero.
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El Congreso Constituyente Guerrerense
David Cienfuegos Salgado
David Cienfuegos Salgado
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Agradezco la invitación de los organizadores para compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el Congreso Constituyente Guerrerense. Reflexiones que resultan pertinentes ahora que Iguala es, así sea por un día, nuevamente capital del Estado, pues se reúnen aquí los representantes de los órganos que constituyen el poder público local, pero más aún por la urgente necesidad de pensar la manera en que debemos constitucionalizar nuestras sociedades para alcanzar eso que la doctrina ha denominado estado constitucional y democrático de derecho.
Hablar del Congreso Constituyente local implica, en primer lugar, volver en el tiempo y situarnos en un momento muy diverso. Y aquí valdría hacer referencia que su existencia misma es la constancia más clara que ha culminado el proceso de creación de una de las entidades paradigmáticas del país.
Guerrero es el producto de una serie de reivindicaciones políticas que se hacen desde el momento mismo de la lucha independentista.
El Congreso de Anáhuac al que convoca Morelos en 1813 no puede legitimarse sino a partir de que su sede sea un nuevo territorio, una provincia que sujeta a los designios de la nueva nación, de albergue a quienes vendrán a constituir un nuevo espacio político y social en la América Septentrional. Así, el estado de Guerrero es heredero de la histórica provincia de Tecpan, cuya capital, el pueblo de Tecpan será elevado a la categoría de ciudad con el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe.
Así, desde abril de 1811 hasta octubre de 1849 habrán de pasar 38 años de lucha por la construcción de un espacio político que llevaría, al final, el nombre de uno de los insurgentes surianos. La creación del estado de Guerrero no estuvo exenta de vicisitudes y la revisión de ese proceso resulta interesante en extremo, porque permite advertir el poder que podía desplegarse desde el Sur. No en balde se ha llegado a afirmar que la creación del estado fue un premio para el general Álvarez, quien junto con su acérrimo rival, Nicolás Bravo, impulsaron la creación del estado de Guerrero.
La capital del naciente sería Iguala, que hoy recibe a propios y extraños, para conmemorar el aniversario de la instalación del Congreso Constituyente, un lejano 30 de enero de 1850.
El acta de elección de diputados al Congreso Constituyente, del 6 de enero de 1850, consigna la designación de los primeros representantes de los Guerrerenses, y representantes en la máxima extensión de la palabra, pues eran ello los encargados de constituir el orden jurídico, tan indispensable para legitimar y dar vida al naciente Estado.
Iguala, la capital provisional, se engalanaba con tales designaciones y el entonces Palacio de Gobierno era un ir y venir de personas. Agregaba así, un nuevo título a su prosapia. Linaje del que los igualtecos debemos sentirnos orgullosos.
Iguala es el Yoaltepec que describe en 1522 Francisco Mejía; es la Yohuala que relacionó Alonso Maldonado en 1569, y más tarde, en 1579 Fernando Alfonso de Estrada. La misma que “en lengua castellana quiere decir escuridad”, y que para otros es “Lugar de la noche”, “lugar donde refresca la noche” o incluso “Cerro de la rueda”.
Yoalán, Yohualtepec, Yoguala, Iguala. Es aquí, donde bajo la égida del Plan de Iguala, la nación mexicana refrenda su independencia, proclamada en noviembre de 1813 por Morelos en Chilpancingo. Es aquí donde uno de los símbolos patrios toma forma: Iguala es la cuna de la Bandera Nacional. Y cuyas circunstancias son bordadas por Rafael Estrada Michel en uno de sus libros.
Es Iguala la tierra que en 1832 acogiera las raíces de los 31 tamarindos y una tamarinda, mandados plantar en el zócalo local por el Gral. Luis Gonzaga Vieyra,. En 1835, el Congreso del Estado de México concede al pueblo de Iguala el rango de ciudad, con el nombre de Iguala de Iturbide, y como hemos visto, en 1849 se convierte en la primera capital del naciente Estado de Guerrero y, luego ve instalarse el primer Congreso local, con la calidad de Constituyente, el que entre otros hechos, habría de dar, en marzo de 1850, la Ley Orgánica para el Arreglo Interior del Estado de Guerrero, y en junio de 1851, la primera Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guerrero.
Sería una efímera capital, pues el 21 de marzo de 1850, un decreto del propio Congreso Constituyente trasladaría “los superiores poderes del Estado”. La capital se iría de Iguala de Iturbide a la Ciudad de Guerrero. Tuxtla sería el escenario de los debates que se suscitarían entre los constituyentes guerrerenses para dar su Constitución al estado.
Si revisamos la historia constitucional del estado de Guerrero nos percataremos de que es una historia rica, con variopintos que la hacen de interés para el jurista, para el historiador, para el politólogo, para el literato … es una historia como sólo en el Sur se puede dar.
Valdría decir que el nacimiento del estado no fue nada pacífico. La pugna entre los grupos presentes en el naciente Congreso adquirió proporciones que quedaron plasmados en las comunicaciones publicadas en el periódico oficial, “La Aurora del Sur”.
Tratándose del tema de nuestra charla, debo decir que paradójicamente, Chilpancingo, la actual ciudad capital, nunca ha tenido un Congreso Constituyente, al menos como tal. Aunque la Constitución local se ha reformado en innumerables ocasiones, quienes han fungido como constituyentes fueron los integrantes de las legislaturas ordinaria “en funciones de”, es decir con la calidad de órgano revisor de la Constitución, cuya integración incluye también a los Ayuntamientos, a diferencia del constituyente “original” que no requiere de la aprobación de los ayuntamientos para que sus decisiones se conviertan en derecho estatal.
Históricamente, se conocen dos congresos constituyentes en el Estado de Guerrero. Ambos produjeron tres documentos fundamentales en la historia constitucional del Estado suriano: el primero, la Ley Orgánica Provisional para el Arreglo Interior del Estado de Guerrero (1850) y la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guerrero, en 1851; el segundo, habría de dictar la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guerrero, que deroga la de 29 de noviembre de 1880.
Como dije, ninguno de estos textos constitucionales fue discutido en la actual capital guerrerense: la Ley Orgánica se discutió y aprobó en Iguala; la primera Constitución en Tixtla y la de 1917 en Acapulco.
Ahora bien, éstas no han sido los únicos textos constitucionales del estado. La segunda Constitución, de 1862, fue discutida en Tixtla y promulgada en la hacienda La Providencia. Los de 1874 y 1880, fueron discutidos y publicados ya en la capital, entonces ciudad Bravo, pro insistiré que fueron producto de la labor revisora y no de un constituyente.
Debo agregar que la cualidad de capitalidad de una ciudad es un asunto importante por las repercusiones que tiene, tanto en el ámbito político como jurídico. En su momento, las capitales del Estado han sido: Iguala (de Iturbide, en aquel entonces); Ciudad Guerrero (Tixtla de Guerrero); Chilpancingo (de los Bravo, o Ciudad Bravos simplemente) y Acapulco (de Juárez). Sin embargo, un estudio más minucioso permite verificar que formalmente, en los últimos años, la Capital del Estado se ha trasladado extraordinariamente a otros lugares de la geografía guerrerense.
Así han sido “capitales por un solo día”, entre otras, las ciudades de Ayutla de los Libres, Tlapa de Comonfort, Iguala de la Independencia y Tixtla de Guerrero.
A pesar de que la Constitución local ha tenido una amplia evolución jurídica, como lo demuestra la abundancia de textos constitucionales, son precisamente los de 1851 y 1917, los que marcan definitivamente el rumbo del Estado suriano. En 1851, por vez primera el Congreso da al naciente Estado los elementos jurídicos que permitirán su existencia; en 1917, la promulgación del texto constitucional demuestra la influencia que había tenido el movimiento revolucionario en las elites del poder guerrerense, y se asume así, la disposición del Estado de Guerrero de iniciar una nueva época bajo la égida de un nuevo orden constitucional, el emanado de las reformas a la Constitución de 1857.
Al igual que otras entidades federativas, en Guerrero poco se ha escrito sobre el procedimiento constituyente local. Las investigaciones sobre el tema no se han divulgado con profusión: aquí citaría los trabajos que conozco: de Ángel Miguel Sebastián Ríos, de Efraín Flores Maldonado, de José Gilberto Garza Grimaldo y de Miguel Ángel Parra Bedrán, en los primeros casos en cumplimiento de requisitos académicos y en el segundo en ejercicio de una labor de investigación.
Hasta la fecha no ha sido publicada ninguna versión completa de los debates de la Constitución de 1851, ni de los de la de 1917. Hace diez años, el Congreso local publicó, en coedición, con el Gobierno del Estado, los tres tomos del Digesto Constitucional Mexicano dedicado al estado de Guerrero, coordinados por el Dr. Manuel González Oropeza y el que habla. Hay necesidad de retomar dicho proyecto para rescatar las fuentes del constitucionalismo local y al respecto sé que hay desde hace años, un importante proyecto de recopilación de la obra del legislativo guerrerense a cargo del Dr. Jaime Salazar Adame, esperemos que vea pronto la luz.
La importancia de esta labor se advierte, si mencionamos que del Constituyente local de 1917, cuya labor se desarrolló en la ciudad y puerto de Acapulco, no se tiene ninguna mención en los libros existentes en el Archivo del Poder Legislativo. Y resulta importante porque es el momento en que se discute la nueva Constitución. Afortunadamente, extractos de tales sesiones aparecieron en diversos números del Semanario Oficial, que era órgano oficial del gobierno local. La mala noticia es que las vicisitudes políticas impidieron su cabal conclusión, pues los textos rescatados del Semanario Oficial, correspondientes al año de 1918, inexplicablemente dejan trunca la publicación de los debates. Explicable la situación por las desavenencias que tenía el gobernador Mariscal.
En este sentido, debe coincidirse que la guerrerense, es una historia constitucional plagada de acontecimientos significativos y paradojas aleccionadoras. Su estudio, resulta impostergable para las nuevas generaciones de guerrerenses interesados en su desarrollo.
Hablar de un tema como el del Congreso Constituyente Guerrerense implica preguntarnos sobre la ciudadanía, sobre nuestra capacidad de participar activamente en la vida política y sobre todo sobre nuestras posibilidades de ser.
Finalizo. Hace unos días leía la novela histórica que publicará Mauricio Leyva. El tema central es el Plan del Zapote, dictado en Mochitlán. Guerreo, un lejano abril de 1901. En esa novela el autor construye y pone en voz de Porfirio Díaz una serie de preguntas, que dirige a su entonces secretario, Flavio Maldonado. En ese ejercicio literario, las preguntas que el anciano dictador hace son las que creo debemos hacernos (y en no pocas ocasiones nos hacemos los guerrerenses) no porque sean las más importantes sino porque son las que necesitamos responder antes de pensar en nuestro país. Las preguntas que insisto, la imaginación del literato puso en boca de Díaz son: ¿Qué pasa con este Estado?, ¿Es que los guerrerenses nunca pueden estar en paz?, ¿y de qué les sirve ser rebeldes?
Hoy, próximos a celebrar los 160 años de vida de este estado, conviene hacer una reflexión sobre lo que ha significado ser testigos de una historia plagada de abusos y de luchas perdidas, pero sobre todo reflexionar acerca de la posibilidad de que, desde todas nuestras trincheras, sea desde el arte, la literatura, la política, el derecho, iniciemos un debate serio, constructivo, necesario para que este país, Guerrero, y esta patria, México, sean el mejor de los hogares posibles.
Muchas gracias.
Agradezco la invitación de los organizadores para compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el Congreso Constituyente Guerrerense. Reflexiones que resultan pertinentes ahora que Iguala es, así sea por un día, nuevamente capital del Estado, pues se reúnen aquí los representantes de los órganos que constituyen el poder público local, pero más aún por la urgente necesidad de pensar la manera en que debemos constitucionalizar nuestras sociedades para alcanzar eso que la doctrina ha denominado estado constitucional y democrático de derecho.
Hablar del Congreso Constituyente local implica, en primer lugar, volver en el tiempo y situarnos en un momento muy diverso. Y aquí valdría hacer referencia que su existencia misma es la constancia más clara que ha culminado el proceso de creación de una de las entidades paradigmáticas del país.
Guerrero es el producto de una serie de reivindicaciones políticas que se hacen desde el momento mismo de la lucha independentista.
El Congreso de Anáhuac al que convoca Morelos en 1813 no puede legitimarse sino a partir de que su sede sea un nuevo territorio, una provincia que sujeta a los designios de la nueva nación, de albergue a quienes vendrán a constituir un nuevo espacio político y social en la América Septentrional. Así, el estado de Guerrero es heredero de la histórica provincia de Tecpan, cuya capital, el pueblo de Tecpan será elevado a la categoría de ciudad con el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe.
Así, desde abril de 1811 hasta octubre de 1849 habrán de pasar 38 años de lucha por la construcción de un espacio político que llevaría, al final, el nombre de uno de los insurgentes surianos. La creación del estado de Guerrero no estuvo exenta de vicisitudes y la revisión de ese proceso resulta interesante en extremo, porque permite advertir el poder que podía desplegarse desde el Sur. No en balde se ha llegado a afirmar que la creación del estado fue un premio para el general Álvarez, quien junto con su acérrimo rival, Nicolás Bravo, impulsaron la creación del estado de Guerrero.
La capital del naciente sería Iguala, que hoy recibe a propios y extraños, para conmemorar el aniversario de la instalación del Congreso Constituyente, un lejano 30 de enero de 1850.
El acta de elección de diputados al Congreso Constituyente, del 6 de enero de 1850, consigna la designación de los primeros representantes de los Guerrerenses, y representantes en la máxima extensión de la palabra, pues eran ello los encargados de constituir el orden jurídico, tan indispensable para legitimar y dar vida al naciente Estado.
Iguala, la capital provisional, se engalanaba con tales designaciones y el entonces Palacio de Gobierno era un ir y venir de personas. Agregaba así, un nuevo título a su prosapia. Linaje del que los igualtecos debemos sentirnos orgullosos.
Iguala es el Yoaltepec que describe en 1522 Francisco Mejía; es la Yohuala que relacionó Alonso Maldonado en 1569, y más tarde, en 1579 Fernando Alfonso de Estrada. La misma que “en lengua castellana quiere decir escuridad”, y que para otros es “Lugar de la noche”, “lugar donde refresca la noche” o incluso “Cerro de la rueda”.
Yoalán, Yohualtepec, Yoguala, Iguala. Es aquí, donde bajo la égida del Plan de Iguala, la nación mexicana refrenda su independencia, proclamada en noviembre de 1813 por Morelos en Chilpancingo. Es aquí donde uno de los símbolos patrios toma forma: Iguala es la cuna de la Bandera Nacional. Y cuyas circunstancias son bordadas por Rafael Estrada Michel en uno de sus libros.
Es Iguala la tierra que en 1832 acogiera las raíces de los 31 tamarindos y una tamarinda, mandados plantar en el zócalo local por el Gral. Luis Gonzaga Vieyra,. En 1835, el Congreso del Estado de México concede al pueblo de Iguala el rango de ciudad, con el nombre de Iguala de Iturbide, y como hemos visto, en 1849 se convierte en la primera capital del naciente Estado de Guerrero y, luego ve instalarse el primer Congreso local, con la calidad de Constituyente, el que entre otros hechos, habría de dar, en marzo de 1850, la Ley Orgánica para el Arreglo Interior del Estado de Guerrero, y en junio de 1851, la primera Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guerrero.
Sería una efímera capital, pues el 21 de marzo de 1850, un decreto del propio Congreso Constituyente trasladaría “los superiores poderes del Estado”. La capital se iría de Iguala de Iturbide a la Ciudad de Guerrero. Tuxtla sería el escenario de los debates que se suscitarían entre los constituyentes guerrerenses para dar su Constitución al estado.
Si revisamos la historia constitucional del estado de Guerrero nos percataremos de que es una historia rica, con variopintos que la hacen de interés para el jurista, para el historiador, para el politólogo, para el literato … es una historia como sólo en el Sur se puede dar.
Valdría decir que el nacimiento del estado no fue nada pacífico. La pugna entre los grupos presentes en el naciente Congreso adquirió proporciones que quedaron plasmados en las comunicaciones publicadas en el periódico oficial, “La Aurora del Sur”.
Tratándose del tema de nuestra charla, debo decir que paradójicamente, Chilpancingo, la actual ciudad capital, nunca ha tenido un Congreso Constituyente, al menos como tal. Aunque la Constitución local se ha reformado en innumerables ocasiones, quienes han fungido como constituyentes fueron los integrantes de las legislaturas ordinaria “en funciones de”, es decir con la calidad de órgano revisor de la Constitución, cuya integración incluye también a los Ayuntamientos, a diferencia del constituyente “original” que no requiere de la aprobación de los ayuntamientos para que sus decisiones se conviertan en derecho estatal.
Históricamente, se conocen dos congresos constituyentes en el Estado de Guerrero. Ambos produjeron tres documentos fundamentales en la historia constitucional del Estado suriano: el primero, la Ley Orgánica Provisional para el Arreglo Interior del Estado de Guerrero (1850) y la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guerrero, en 1851; el segundo, habría de dictar la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guerrero, que deroga la de 29 de noviembre de 1880.
Como dije, ninguno de estos textos constitucionales fue discutido en la actual capital guerrerense: la Ley Orgánica se discutió y aprobó en Iguala; la primera Constitución en Tixtla y la de 1917 en Acapulco.
Ahora bien, éstas no han sido los únicos textos constitucionales del estado. La segunda Constitución, de 1862, fue discutida en Tixtla y promulgada en la hacienda La Providencia. Los de 1874 y 1880, fueron discutidos y publicados ya en la capital, entonces ciudad Bravo, pro insistiré que fueron producto de la labor revisora y no de un constituyente.
Debo agregar que la cualidad de capitalidad de una ciudad es un asunto importante por las repercusiones que tiene, tanto en el ámbito político como jurídico. En su momento, las capitales del Estado han sido: Iguala (de Iturbide, en aquel entonces); Ciudad Guerrero (Tixtla de Guerrero); Chilpancingo (de los Bravo, o Ciudad Bravos simplemente) y Acapulco (de Juárez). Sin embargo, un estudio más minucioso permite verificar que formalmente, en los últimos años, la Capital del Estado se ha trasladado extraordinariamente a otros lugares de la geografía guerrerense.
Así han sido “capitales por un solo día”, entre otras, las ciudades de Ayutla de los Libres, Tlapa de Comonfort, Iguala de la Independencia y Tixtla de Guerrero.
A pesar de que la Constitución local ha tenido una amplia evolución jurídica, como lo demuestra la abundancia de textos constitucionales, son precisamente los de 1851 y 1917, los que marcan definitivamente el rumbo del Estado suriano. En 1851, por vez primera el Congreso da al naciente Estado los elementos jurídicos que permitirán su existencia; en 1917, la promulgación del texto constitucional demuestra la influencia que había tenido el movimiento revolucionario en las elites del poder guerrerense, y se asume así, la disposición del Estado de Guerrero de iniciar una nueva época bajo la égida de un nuevo orden constitucional, el emanado de las reformas a la Constitución de 1857.
Al igual que otras entidades federativas, en Guerrero poco se ha escrito sobre el procedimiento constituyente local. Las investigaciones sobre el tema no se han divulgado con profusión: aquí citaría los trabajos que conozco: de Ángel Miguel Sebastián Ríos, de Efraín Flores Maldonado, de José Gilberto Garza Grimaldo y de Miguel Ángel Parra Bedrán, en los primeros casos en cumplimiento de requisitos académicos y en el segundo en ejercicio de una labor de investigación.
Hasta la fecha no ha sido publicada ninguna versión completa de los debates de la Constitución de 1851, ni de los de la de 1917. Hace diez años, el Congreso local publicó, en coedición, con el Gobierno del Estado, los tres tomos del Digesto Constitucional Mexicano dedicado al estado de Guerrero, coordinados por el Dr. Manuel González Oropeza y el que habla. Hay necesidad de retomar dicho proyecto para rescatar las fuentes del constitucionalismo local y al respecto sé que hay desde hace años, un importante proyecto de recopilación de la obra del legislativo guerrerense a cargo del Dr. Jaime Salazar Adame, esperemos que vea pronto la luz.
La importancia de esta labor se advierte, si mencionamos que del Constituyente local de 1917, cuya labor se desarrolló en la ciudad y puerto de Acapulco, no se tiene ninguna mención en los libros existentes en el Archivo del Poder Legislativo. Y resulta importante porque es el momento en que se discute la nueva Constitución. Afortunadamente, extractos de tales sesiones aparecieron en diversos números del Semanario Oficial, que era órgano oficial del gobierno local. La mala noticia es que las vicisitudes políticas impidieron su cabal conclusión, pues los textos rescatados del Semanario Oficial, correspondientes al año de 1918, inexplicablemente dejan trunca la publicación de los debates. Explicable la situación por las desavenencias que tenía el gobernador Mariscal.
En este sentido, debe coincidirse que la guerrerense, es una historia constitucional plagada de acontecimientos significativos y paradojas aleccionadoras. Su estudio, resulta impostergable para las nuevas generaciones de guerrerenses interesados en su desarrollo.
Hablar de un tema como el del Congreso Constituyente Guerrerense implica preguntarnos sobre la ciudadanía, sobre nuestra capacidad de participar activamente en la vida política y sobre todo sobre nuestras posibilidades de ser.
Finalizo. Hace unos días leía la novela histórica que publicará Mauricio Leyva. El tema central es el Plan del Zapote, dictado en Mochitlán. Guerreo, un lejano abril de 1901. En esa novela el autor construye y pone en voz de Porfirio Díaz una serie de preguntas, que dirige a su entonces secretario, Flavio Maldonado. En ese ejercicio literario, las preguntas que el anciano dictador hace son las que creo debemos hacernos (y en no pocas ocasiones nos hacemos los guerrerenses) no porque sean las más importantes sino porque son las que necesitamos responder antes de pensar en nuestro país. Las preguntas que insisto, la imaginación del literato puso en boca de Díaz son: ¿Qué pasa con este Estado?, ¿Es que los guerrerenses nunca pueden estar en paz?, ¿y de qué les sirve ser rebeldes?
Hoy, próximos a celebrar los 160 años de vida de este estado, conviene hacer una reflexión sobre lo que ha significado ser testigos de una historia plagada de abusos y de luchas perdidas, pero sobre todo reflexionar acerca de la posibilidad de que, desde todas nuestras trincheras, sea desde el arte, la literatura, la política, el derecho, iniciemos un debate serio, constructivo, necesario para que este país, Guerrero, y esta patria, México, sean el mejor de los hogares posibles.
Muchas gracias.
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