lunes, 7 de septiembre de 2009

De pausas y de guerras, de Judith Solís Téllez

En la edición del domingo 06 de septiembre de 2009, aparece la siguiente nota de Judith Solís Téllez que nos permitimos trascribir para nuestros visitantes:
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De pausas y de guerras
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Una temática recurrente que se asoma en los libros de estos lares es la guerra sucia. Recordemos que en Guerrero unos 600 desaparecidos a raíz de la violencia ejercida por el Estado en la década 1960-1970. En la literatura guerrerense comienza expresarse el duelo de la memoria colectiva, la amargura por desconocer lo ocurrido con los seres amados desaparecidos, la violencia de un tiempo que truncó numerosas familias, diversas posibilidades de vida.
Los ecos de la guerra sucia se expanden en la literatura guerrerense. Desde la referencia obligada a Guerra en el paraíso (1991), en donde Carlos Montemayor novela magistralmente las guerrillas rurales de Genaro Vázquez y de Lucio Cabañas. El trauma colectivo –consecuencia de la guerra sucia transcurrida– ha empezado a expresarse en los diversos géneros y desde variados puntos de vista.
En el género dramático Felipe Galván escribió la obra de teatro El amigo Miguel. En la narrativa Baloy Mayo trata esta temática en algunos relatos de Insolación en el trópico (2000); Enrique González Ruiz relata la “biografía no autorizada de Acosta Chaparro” en Dos cuentos de la guerra sucia (2004). En el libro de relatos Tempestades (UAG, 2005), Enrique Galeana Laurel recrea diversos aspectos de lo ocurrido en Atoyac: desde el inicio de los conflictos escolares que desembocaron en el mitin del 18 de mayo de 1967, cuando el profesor Lucio Cabañas se ve obligado a escapar a la sierra e iniciar su movimiento armado. Incluye, asimismo, una lista de los desaparecidos.
Arturo Martínez Reyes escribe el poema Perdidos en la guerrilla: “Madres, con gotas del alma/ huelen la sonrisa,/ esperan de sus vástagos, la silueta o los huesos (La piel se retuerce en el tiempo, taller Alebrije, 2004 p.44). El dolor por la ausencia del padre desaparecido se manifiesta en dos textos: Voces acalladas, vidas truncadas. Perfil biográfico de Rosendo Radilla Pacheco, UAG, 2002, de Andrea Radilla; y el drama poético No es el viento que disfrazado viene (Ayuntamiento de Acapulco, 2004), de Jesús Bartolo.
También Roberto Ramírez Bravo trata esta temática en su libro Hace tanto tiempo que salimos de casa (Conaculta, IGC, 2005) en el cuento Soldado en donde da la versión desde un narrador-personaje, miembro del Ejército: “Yo lo maté, padre. No me había hecho nada. No violó a mi mujer ni asesinó a mis hermanos, ni tiró mi troje, ni incendió mi pueblo... Decirle que fueron órdenes no sería exacto. Sí nos mandaron a acabar con los guerrilleros”.
Ahora Roberto Ramírez Bravo continúa con esta temática en su primera novela Las pausas concretas (Editorial Praxis, 2009), en donde entreteje a través de diversas voces narrativas el pasado y el presente de la guerra sucia. Los diversos movimientos guerrilleros aparecen encadenados a través de personajes de diversas generaciones: el abuelo, la hija, el nieto. Predomina el narrador omnisciente en tercera persona que asume la conciencia de los diversos personajes: Atalo Francisco Pineda del Rosario y María Soledad, Martincito, Alicia, los participantes del taller literario de Acapulco, Martín Terrones y otros más. Hay asimismo uso de la primera persona por medio de los apuntes del cuaderno de María Soledad y en el monólogo interior de Martincito.
Otras voces se escuchan por medio de la novela en la que integrantes del taller literario van escribiendo de manera conjunta la historia de Atalo Francisco y María Soledad.
Atalo Francisco Pineda es una especie de Quijote moderno, cincuentón, pobre, viudo, lejos de sus hijos; aunque a diferencia de don Alfonso Quijano, no quiere emprender aventuras ni enderezar tuertos, lo único que quiere es morirse de una buena vez.
Lo onírico ocupa un lugar destacado, el sueño que se confunde con la realidad. A través de la niebla que invade su casa, su pueblo, el puerto, se simboliza esa pausa en donde se detiene la vida anterior de vivo-muerto del personaje solitario que añora con desesperación a su mujer muerta, a un vivo que teme vivir intensamente el amor entre la persecución y la huida con la magia de las historias de María Soledad que los conducirán hasta una nueva y última pausa, la de la muerte.
La magia de la vida cotidiana en donde se da la búsqueda del niño saurín nacido con la cabeza grande (p.72), los conejos que se multiplican con la llegada de María Soledad y las mariposas de mil colores que revolotean alrededor de la casa del protagonista. La magia de las historias que cuenta María Soledad con las que cautiva a la gente que asiste en multitud a escucharla y que posteriormente la hace sufrir de persecución, ya que esas reuniones son sospechosas para el ejército, sobre todo porque la que reúne a tanta gente es la hija de un luchador social.
La historia está enmarcada por el suceso extraordinario de un ovni que aterriza en San Marcos y al que sólo la música que toca un niño puede abrir.
Hay una mirada irónica respecto a los soldados que pareciera pueden tratar de la misma manera a los extraterrestres que a los guerrilleros, buscándolos, golpeando a la gente del pueblo para lograr información.
La novela está dividida en tres partes: la primera nos da la imagen de derrota de Atalo Francisco, sus ideas del suicidio. Personaje solo, viudo con sus hijos lejos. Empleado bibliotecario. Los días de lluvia parecen tener un significado especial: en un día de lluvia conoció a quien sería su esposa; en un día de lluvia había nacido su hija y en un día de lluvias otra de sus hijas se había escapado con el novio. La llegada de María Soledad al Pedregoso y el aterrizaje de un ovni en San Marcos. Llueve ese día, también, aparentemente sin sorpresas. La magia de la vida cotidiana, aún cuando la vida parezca una rutina sin sorpresas.
En la segunda parte trata sobre Alicia, que estaba enamorada platónicamente de Atalo y cómo la magia de su risa-gemido-grito de placer cuando está por primera vez en los brazos de un hombre logra que el ovni pueda cerrar su puerta y emprender el vuelo. En la tercera parte presenciamos la huida hacia la montaña de Atalo, María Soledad ya como marido y mujer. María Soledad que pierde su capacidad de contar historias cuando se las cuenta a José Saramago, quien aparece aquí como un personaje que busca ayudarla a escapar de la persecución, pero es curada por los chaneques que le piden que cuente su historia. Martincito, con la ayuda del doctor Bertoldo, logrará huir a Francia.
Esta novela se desarrolla en Acapulco, en algunos lugares ubicables en el zócalo: la biblioteca en donde trabaja el personaje principal; el café donde se reúnen los escritores acapulqueños quienes aparentemente escriben la novela, pero que a su vez son imaginados por María Soledad; el malecón, el mar, los pueblos El Pedregoso y San Marcos.
El caminar, la búsqueda son los motivos de sus varias narraciones. El buscarse a sí mismo y no encontrarse y perderse en el alcohol o en la locura (El, Soledad, Sólo cantaba el mar, cuento de Hace tanto tiempo que salimos de casa). También la época del rey Lopitos y la política represiva contra los periodistas en Sólo cantaba el mar. Los cuentos nos cuentan otras épocas y como reflejo nos sitúan en ésta.
Roberto Ramírez Bravo nos introduce así en su mundo narrativo: con ironía y malicia, y contemplamos nuestro país con sus políticas y corruptelas, lejos del tremendismo y de la búsqueda de un mensaje, con la mirada incisiva que lo mismo descubre el valemadrismo en el que concluyen las investigaciones policiales, como las diversas perspectivas de la guerra sucia.
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La autora es profesora-investigadora de la Unidad de Filosofía y Letras de la UAG, doctora en Literatura por la UAM.
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